Para derrotar a la partidocracia que secuestro la transición pluripartidista no hace falta “seducir al independiente” como dijera Enrique Toussaint este 13 de Marzo sino mas bien en generar una narrativa y un espacio común de deliberación como antes mencionara Damian Carmona en su texto Mirando en Colectivo: “sueño con una alegre rebeldía dada en el mandar obedeciendo y construida a raíz de los comunes” así pues la mirada no debe ser solo corta, enfocada en las elecciones y su competencia en forma de campaña sino en la mirada larga a la que apela Michael Foucault en su texto de la arqueología del saber.
Así pues en el texto publicado este domingo 13 de marzo en El Informador Toussaint hace referencia a los ejes que según su perspectiva tendrán mayor relevancia de aquí a 2018 y recapitula como el voto duro de los partidos se ha visto reducido de manera dramática al pasar de representar a mas de 60% del electorado (2012) hasta hoy (2016) que representa un decaído 47% y pareciera no entender que es lo que ha mermado tanto a los partidos actuales denominados bajo el slogan de la “partidocracia” tan efectivo que se utilizara sobre todo en la campaña independiente en Jalisco de Pedro Kumamoto, actual diputado local en el congreso.
Ha faltado entonces hablar de los dolores y los amores de la sociedad civil; desde #yosoy132, el #1dmx, el 13 de diciembre del 2013 hasta lo sucedido con Ayotzinapa pasando por Tajamar o el aumento de la tarifa del metro para comprender que el desencanto no es hacia los partidos por si mismos sino referente a los actuales partidos que nada mas representan a diferentes facciones de lo mismo, un sistema corrupto hasta la medula y que rehuye siempre ante las indicaciones de un digno pueblo mexicano, claros ejemplos hay varios a nivel en estatal y municipal de designaciones en lo obscurito.
Se trata de entender y entendernos entre todos que la política no solo es aquella que está en las instituciones sino también y sobre todo la que se habita y se practica todos los días, con la pareja o la hermana, el padre y la madre o sus semejantes, es pues el relato otro el que se tendrá que abrir paso desde lo cotidiano para generar una narrativa esperanzadora que dote de fe a los desiguales para intentar construir un mundo donde quepan muchos mundos, dirían los que están abajo y a la izquierda o un mundo en donde la inequidad se vea reducida en el momento de la participación política. Es entonces el debate entre una verdadera transición a la democracia o la continuidad electoral de la abnegación autoritaria.