El otro día tomé la decisión de regresar a uno de mis lugares favoritos de Jalisco. Fui a bajar y subir la cañada que defendía el antiguo paso de la ruta que conectaba el puesto de avanzada que hoy es Guadalajara y la capital, la ciudad de México.
(foto por @marcelaerosag)
La barranca de Huentitán, o de Oblatos, dependiendo desde donde se nombre, es un ecosistema único en México que conecta diversos caminos a caseríos y pueblos con inigualables cañones labrados a través de miles de años por el agua del Rio Santiago. Mientras al oeste la primavera marca el final de la Guadalajara occidental, la barranca hace lo propio hacia el Este marcando el final del histórico Valle de Atemajác.
Mientras bajamos hacia el rio recordaba en mi cabeza las fotos de cómo esa misma barranca hace menos de 100 años era poseedora de una de las cascadas más espectaculares del País conocida como El Salto de Juanacatlan en donde se bañaban miles de paseantes en otras fechas. Hoy de aquel gozo y privilegio ya no queda nada por la alta contaminación del agua. Al lado de su caída, hoy aun permanece lo que fuese la histórica fábrica de textiles.
(foto por @marcelaerosag)
Este día a diferencia de otros no noté un olor tan desagradable (visité la zona en donde termina la avenida Belisario Domínguez) sin embargo se sabe que la contaminación es cosa seria ya que de aquel fabuloso entronque del Rio Verde con el Santiago solo nos queda el “consuelo” de la referencia de quien ahí resguarda “del lado del verde el agua aun viene potable” como si aquello fuese un gran logro, palabras más, palabras menos, de un guardia de seguridad privada mientras doblaba su jornada.
Paradójicamente en aquella escena, tanto el guardián del viejo paso como la milenaria Barranca sufrían en sus vidas los lamentables estragos del modelo de desarrollo que como sociedad hemos decidido solapar. Por un lado una barranca que en su caudal va llena de metales pesados y contaminantes riesgosos para la vida y por el otro lado un trabajador precarizado que a marchas forzadas sale de una “chamba” para entrar a otra, esperando así salir adelante.
(foto por @marcelaerosag)
De regreso, mientras una amiga y yo subíamos la pendiente un poco en silencio y un poco en voz alta yo reflexionaba al respecto. Son espejos, pensaba, mientras una no puede procesar todos los deshechos que el “progreso” produce pues sus plantas de tratamiento son insuficientes, el otro trabaja entre cañadas de sol a sol esperando tener suficiente dinero para el día de mañana. Ambos son el fiel reflejo de esta economía en donde irónicamente ni las personas ni nuestra tierra importamos ya más que los números y las ganancias.
Hoy 14 de Marzo del 2018 es el Día internacional de acción contra las presas y por los ríos, el agua y la vida. Hoy también se cumple un año más de que el Rio Santiago y la histórica barranca se mantienen en un lamentable estado de decadencia. Ahí no muy lejos de donde hoy las personas tienen problemas de salud, ahí donde unos cuantos quisieron construir una presa y para hacerlo despojaron a una añeja comunidad. Hoy el rumor de Arcediano está muerto, sin embargo el fantasma del neoliberalismo sigue presente. Hoy el agua sigue contaminada y los niños no pueden nadar porque solo por eso se les puede ir la vida. ¿En silencio haremos que la dignidad se haga costumbre? No, empecemos con esto, con el dialogo de lo que nos duele y hoy a mí me duele la barranca y sus ríos.