Los anti-valores al poder

Cuando el discurso del odio, la misoginia, la demagogia y el racismo es capaz de llevar a un candidato al puesto de representación popular más importante del hemisferio occidental quiere decir que el sistema no solo se puede desbordar por abajo, sino también desde arriba y a la derecha. Con posiciones políticas que parecieran superadas en el siglo XX, a costo de millones de asesinados, que ahora regresan como un fantasma, gracias a la desmemoria de millones. La sensación de “deja vu” con 1933 para algunos es inevitable.

¿Cómo llegamos hasta aquí? ¿Cómo sucedió que un perfil anti-demócrata se convirtiera en una opción de mayorías en Estados Unidos?

Para llegar a la respuesta de la primera pregunta primero tendríamos que pasar por la explicación de la segunda; que nos remite a la interpretación de que Donald Trump ha logrado convencer a un amplio sector de la población estadounidense que el partido demócrata y los directivos de los corporativos más importantes de Wall Street  son cómplices de los efectos de la crisis de 2008 y del poco crecimiento económico de EU desde entonces a la fecha.  Por lo tanto ahora Trump es la alternativa, el “outsider”, un empresario “exitoso”.

El nuevo presidente de Estados Unidos amenazó en campaña con deportar a millones de indocumentados y construir un muro. Quiere creación y acumulación de capital, pero no libre tránsito, y ni digamos hablar de derechos humanos o fenómenos migratorios. Un capitalismo poco digno del mismísimo Adam Smith. Una “bonita” visión de “gobierno-empresa” que cree que puede separar el rendimiento económico del factor humano.

Lo grave del asunto es que frente a este diagnostico económico y deducción simplona,  que han cuajado bastante y que la han servido como narrativa opositora a Trump, sus afirmaciones en cuanto política migratoria y su postura ética después de comentarios misóginos y racistas han sido aprobadas por millones de votantes que acostumbrados a un neoliberalismo de compra, gasta, consume y tira, buscan una respuesta “express” a sus problemas más inmediatos. Los anti-valores al poder. Y así mientras lo más cercano a la izquierda norteamericana coqueteó durante 7 años de gobierno con la cúpula financiera apareció un monstruo naranja  que se llevo las elecciones.

Porque el espacio dejado por quien se suponía que debía mantener a raya a las elites (y se puso a bailar con ellas) también puede ser llenado de miedo, evocaciones y nostalgias de “glorias pasadas” como lo demuestra el hoy celebre “make america great again”.  Por otro lado hay que ser francos Hilary Clinton nunca fue una buena candidata, no había que escuchar a Trump para identificarla como un actor del “establishment”.  De nuevo salta a la vista, no la alternancia partidaria en este país, sino la elección de un perfil claramente reprobable desde todo punto de vista por parte de una sociedad asumida como una de las más “desarrolladas” del planeta.

Queda evidenciado que con un partido demócrata leal a las elites y una sociedad estéril  a la hora de exigir cuentas, la vía corta para muchos puede ser un líder sin escrúpulos. A estas alturas se antoja ingenuo afirmar que la conducción y opiniones personales de Trump se quedaran al margen de las políticas de su gobierno. Quedara a prueba entonces la capacidad de contrapeso de las instituciones de Estados Unidos, la sociedad y la nueva oposición representada en las cámaras por un partido demócrata derrotado después de dos legislaturas al mando del gobierno.

@JuanYvesPalomar

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(Imagen tomada de internet)