Con el año nuevo no solo se abre el escenario para debatir que sucederá con la campaña presidencial rumbo a los pinos sino también y aun mas importante, se renovará el poder legislativo federal, también decenas de congresos y gobiernos estatales, así como centenares de presidencias municipales. Sin embargo es desde los parlamentos donde se aprobarán presupuestos y desde donde se crearan las leyes para los años por venir, por ello gran parte de la movilización apunta sus baterías hacia ese flanco.
Desde Baja California Sur pasando por Nuevo León hasta Yucatán, incluyendo San Luis Potosí, el Estado de México, Morelos, Ciudad de México y Jalisco se levantan incansables esfuerzos no solo por recolectar firmas y llevar a la boleta candidaturas independientes realmente populares sino y sobre todo, por dibujar una política cotidiana de los abrazos, el cariño, la cercanía, el cuidado y la ternura.
En medio de las grandes narrativas, entre que se va el pacto y nace el frente, después de derribar muros, una grieta desde occidente sigue creciendo. Como en 2012 y en 2015, hoy la calle nos recuerda que la política tiene que significar gente, y que las instituciones son solo edificios fríos y vacios si no estamos las personas ahí para llenarlas de sentido.
Porque es más importante reconocernos en el otro que batallar eternamente por los falsos ídolos de la razón o la única verdad. Porque aunque todo pueda estar mal como aquel 26 o 19 de septiembre, sabemos que el miedo se vence en colectivo. Es por eso que frente a la incertidumbre e incredulidad de siempre muchas personas nos decidimos por vivir de fiesta la perpetua tragedia electoral que nos quieren asignar.
Porque tanto en Jojútla como en Monterrey, San Luis y Mérida, a pesar de las distancias, se teje una pléyade de articulaciones sincrónicas para desahogar la rabia y enunciar palabra. Desde los bordes de las formas de representación y de la legislación, pero desde el corazón de la ética política crece de abajo para arriba, justo en el centro del leviatán, un retoño después del terremoto; un árbol con una flor.
Somos jóvenes valientes y decididos a ganar el futuro, a denunciar el pasado y transformar el presente. Queremos recuperar la política para las personas y volver a sentirnos orgullosos de nuestro país. Porque México es su pueblo que da la cara en las calles día a día, no los corruptos de la clase política que acaparan las primeras planas de la prensa internacional por sus escándalos.
Hola, ya es 2018 y venimos a jugar.